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Te amo pero no te quiero perder.


Durante una fría madrugada en diciembre, nació Felipe. Es el niño más hermoso que haya visto. Luce tan pequeño y frágil a la vez, con sus dedos apenas movibles, su piel rosada y una nariz  pequeña. La magia de la vida; luego lo pienso y me digo: ¿ cómo es posible que una criatura tan hermosa, se haya formado dentro del vientre en tan sólo 9 meses? Es probable que muchas personas ya se hayan hecho esta misma pregunta, pero en este caso es diferente, puesto que he sido yo el afortunado. Sí yo, porque por primera vez me he convertido en padre.
pareja

Admito que durante el parto he quedado inconsciente,  ansiaba estar en ese momento junto a mi esposa y presenciar el milagro de la vida. Pero mientras sujetaba de la mano a María y sentía una fuerza casi demoníaca corriendo por el cuerpo de ella, me invadió el miedo. Fue un sentimiento intenso, temí perderla. No podía moverme. Es probable que ella se sintiera frustrada y abandonada en ese instante, porque mi cuerpo estaba allí, pero mi espíritu flotaba en otra dimensión. La parálisis se tornó tan intensa, que un frío comenzó apoderarse de mí. Mis manos perdían fuerza, de pronto observé mucha sangre. Los genitales de mi amada compañera lucían muy distintos. Su vagina estaba completamente dilatada y una cabeza giraba alrededor. Fue una escena espantosa. Pude sentir el dolor de María, ella apretaba con más fuerza mi mano pero yo ya no estaba allí. No sé cómo serán esos últimos instantes cercanos a la muerte, pero de seguro será similar. Me desvanecía, la debilidad dominaba mis músculos. Mis sentidos perdían agudeza, escuchaba muy bajos los quejidos de mi esposa. La visión era muy borrosa; pero me alcanzó para observar aún más sangre. La cabeza había sido expulsada como un proyectil y con ella una gran cantidad de líquido que no supe qué era. Esto parecía más un asesinato que el nacimiento de mi hijo. Mis pensamientos no fluían bien, pero recuerdo que de pronto tuve la idea como si esa criatura matara a mi esposa. Lo odié por un momento, me podrían preguntar ¿cómo sabes que fue odio? No lo sé, pero es lo que sentí. Fue un instante muy corto y apenas volví en sí, la culpa se encargó del resto. Llegó como un inquisidor, me martirizó y por fin me desplomé. Luego de eso no recuerdo nada, mi mente quedó en blanco.

bebé

Ahora volvamos a la parte bonita, esto que acabo de narrar, la verdad no lo disfruté mucho. En casa todo es distinto, te sientes más cómodo. Los hospitales nunca me han agradado mucho, son espacios vacíos que a lo único que asocio es a muerte.

Mis padres y mis suegros ya estaban allí, habían adornado la casa con muchos juguetes. En cada esquina había un oso, algún muñeco o algo que recordara la presencia de un bebé. Justo a la entrada habían unas letras que decían: ¨Bienvenido Felipe; te amamos¨. Cuando vi esa frase, me dio conmoción y a la vez pensé: ¡qué increíble! Es un ser tan pequeño y hay tantas personas que ya te aman. El afecto tiene sus vicisitudes, pero en este caso, se ha ganado simplemente por el hecho de existir.

Quisiera seguirles contando mil cosas más, la emoción está en mí, pero me temo que tendré que dejarlos por ahora. Mi esposa les contará el resto del relato.

Qué les puedo decir; soy la madre, y me siento la mujer más feliz del mundo. No sé qué les habrá contado Andrés, pero sé que esperaban saber mi versión de los hechos. Los hombres no son muy buenos contando historias y menos para hablar de bebés. Si eres mujer y estás leyendo esta historia, de seguro te hacías esa pregunta; aunque fuese algo dentro de ti.

Primero que todo, me siento agotada. He pasado más de 15 horas en un hospital, sin contar el dolor y uno que otro maltrato. Sé que no es igual la experiencia para todas las mujeres que dan a luz, pero a mí me ha tocado una partera terrible. Creo que ella piensa que es la jefa de un campo militar. Esto sin mencionar la pésima actitud de Andrés. Mientras yo sufría las contracciones de parto, lo mínimo que esperaba era algo de apoyo y ¿qué sucedió? Se desmaya. Así como lo digo, estoy furiosa con él. Durante ese tiempo, parecía que se había olvidado que yo existía. Le hablaba, mejor dicho le gritaba, porque al rato me daba cuenta que ni escuchaba y ese hombre apenas se movía. No sé qué le pasaba por la cabeza, pero lo mínimo que esperaba era algo de consideración. Pasó paralizado, si hubiese sabido antes, mejor le decía que esperara afuera. En fin, no quiero ahondar mucho en esta situación, porque ya ustedes sabrán cómo es.

Ahorita con mi hijo en brazos, les juro que lo único que deseo es hacer desaparecer el resto de la gente. Lo sé, sé que es egoísta y una actitud algo caprichosa, sobretodo porque las personas que están allí, son nuestros seres queridos. Deseo tener a Felipe sólo para mí, es un sentimiento inexplicable. Me he convertido en una fiera, literalmente me siento como una leona que trata de proteger a su cría. Sé que es muy pronto, pero me ha invadido una sensación algo extraña. He ganado uno de los tesoros más preciados de mi vida, son horas las que he compartido con mi hijo, pero este amor se me desborda, no hay comparación con nada. Amo a mi esposo, es la persona que escogí como compañero de vida, pero en este momento, ha pasado a segundo plano. Este pequeñito ha salido de mí, es fruto de mis entrañas. Les decía de una sensación extraña porque a medida que este amor crece, de igual forma crece otro sentimiento oscuro, el miedo a perderlo. El temor a que algo malo le llegue a pasar. No sé cómo explicarlo, pero de seguro si eres madre me entenderás.

mujer

En el pasado he tenido una sensación similar, sé que es incomparable, pero tuve miedo a perder mi belleza, a que mi cuerpo se deformara. Parecerá algo banal, pero para mí no lo fue. Desde muy niña he sido hermosa y lo digo con seguridad, porque tengo conciencia de eso.  Cualquier persona que se me acercara me lo decía y los chicos más grandes se me quedaban viendo, como si fuese una chica inalcanzable. No sufrí de acoso, quizá por mi personalidad, rápido los ponía en su lugar, pero sí tenía esa impresión. Sentía inseguridad en los chicos que me rodeaban. Con el tiempo, me llegó a gustar que contemplaran mi belleza. Dedicaba mucho más tiempo para arreglarme, las horas frente al espejo se hacían más largas y de pronto estaba ese sentimiento. Tenía miedo, no sé cuándo apareció, ni cómo, pero ya sentía pánico con el sólo pensar que ya no sería bella. Perdería la atención de los demás.

Fue muy fácil para mí escalar en la vida, estudié y me preparé, pero ya sabes que cuando buscas trabajo influyen muchos factores y supe que mi aspecto físico se había convertido en un as a mi favor. Con los hombres no me tenía que preocupar mucho, sólo debía saber escoger, porque habían muchas opciones. Pero cuando veía la posibilidad de engordar, de que mi rostro perdiera esa luz propia y me comenzara a llenar de manchas, de que mis pechos cayeran y parecieran ubres de vaca; el terror llegaba. Entonces comencé a preocuparme, llegué a ir todos los días al gimnasio, al principio sólo iba a las clases de zumba, pero ya luego, comencé a hacer pesas para que me ayudaran a tonificar. Cada vez que me veía al espejo, me encontraba algún defecto. Fue cuando tomé la decisión de agrandarme los senos, a los hombres les gusta un poco más grandes. En fin, lo que empezó con pequeños cambios, se había convertido ya en una obsesión.

Luego conocí a Andrés, él cambió mi vida en muchos aspectos. Tiene sus defectos como cualquier otro, pero son muchas las cosas buenas. Él me ayudó a retomar mi seguridad, no es fácil; porque cualquiera que haya tenido este miedo, sabrá que no se va sólo con palabras bonitas y un poco de ánimo, pero me sentía protegida. Es un hombre bastante cariñoso, la mayoría del tiempo; a excepción del día del parto, suele ser muy atento conmigo.  Poco a poco el temor a ponerme fea y a envejecer, se fue disipando. Duramos 3 años como novios, luego nos  casamos y el día de hoy me encuentro aquí, como la mujer más feliz del mundo. Tal como les mencioné, el miedo a perder mi belleza ya se había atenuado, quizá no al 100%, pero ya no me importaba que mis pechos cayeran, en este instante lo único que me preocupa es que produzcan suficiente leche y pueda amamantar a mi hijo.



Así como les dije, siento que los temores han cambiado. Perdí uno, pero he ganado otro y este es muy intenso. No sé qué haría si le llegara a pasar algo malo a mi hijo, sólo le pido mucho a Dios para que me lo proteja y lo aleje de todo mal. Nunca he sido muy devota, pero desde el instante que nació Felipe, mi vida ha dado un giro muy distinto. Mis prioridades son otras, deseo inculcarle valores a mi niño, no quisiera que se desvíe por el camino del mal. Aún está muy pequeño para pensar en eso, pero; ¿a qué madre no le pasa por la cabeza? Creo que a todas. Deseo lo mejor para él, que no le falte nada. Yo misma he pasado a otro plano, sólo importa Felipe.

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